Nychthemeron

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El término griego Nychthemeron se emplea para designar un lapso temporal de veinticuatro horas, un continuum que no distingue entre día y noche ni se divide en horas y minutos. A veces para denominar lo efímero, a veces para referirse a lo repetitivo del fenómeno, el Nychthemeron alude a la fluidez del tiempo, pero en un ciclo que es permanente a la par que fugaz. Un ejemplo lo forman algunas plantas como la pasionaria cuya flor brota y dura un solo día, pero florece de nuevo con una flor distinta al día siguiente.

Las piezas presentadas por Aleksandar Zaar abordan justamente ese fluir temporal y sus diferentes convergencias y disrupciones. A través de sus obras, Zaar nos interpela sobre la presencia del tiempo en sus múltiples formulaciones y sobre cómo se relacionan y cruzan entre ellas. Según Michel Siffre, el tiempo opera en tres niveles diferentes: el tiempo percibido, que es aquél que experimentamos subjetivamente; el tiempo biológico, el propio del organismo; y el tiempo objetivo, aquél medido por los relojes como convención cultural pero, sobre todo, implantado socialmente desde la revolución industrial.

Zaar se apropia de estas temporalidades para cuestionar y entretejer el alcance de sus significados. Más allá de la concepción temporal, lineal y homogénea, su trabajo muestra precisamente una temporalidad permeable y compleja, que se expande sin duración. Si justamente la duración es el tiempo que transcurre entre el principio y el fin de algo, la propuesta de Zaar dilata esos límites y presenta un juego de temporalidades contrapuestas y difusas, sin distinción precisa entre pasado, presente y futuro.

Las estrategias de Zaar son variadas: la repetición, la acumulación y la estratificación, pero siempre a partir de la obsesión de captar y reflejar la dimensión temporal, desde la temporalidad de la eternidad hasta la cotidianeidad del día a día.

En Retrato de un cementerio, Zaar fotografía Île des Embiez, una isla situada en la costa mediterránea francesa. El propietario de esta isla, Paul Ricard, creador del famoso pastis, invitó durante su vida a varios artistas y biólogos a residir allí, y a su muerte, fue enterrado en la isla. Zaar busca las huellas y los lugares que rodean ese personaje, y rastrea la historia creando una re-presentación de ese pasado. El tiempo queda así suspendido y desplazado en un lugar atemporal, donde las trazas de la vida de Ricard quedan fusionadas con el hábitat de la isla. Los dos tiempos, el perenne biográfico y el abierto de la naturaleza, quedan superpuestos y contrastados en unas imágenes que paralelamente nos transportan a acantilados y otros espacios enigmáticos, donde podemos expandir nuestra experiencia y nuestro propio tiempo.

Por otro lado, el propio tiempo biográfico de Zaar queda recogido en su pieza Agendas. Estos cuadernos, productos de la convención social del tiempo, se rigen por un orden sistemático de días, semanas y meses, para anotar en fechas los eventos que no se han de olvidar. Durante ocho años, el artista documenta y anota sus experiencias vitales. De esta manera, el tiempo queda cosificado, encapsulado, en las páginas de agendas de distintos años, que aumentan arbitrariamente el volumen del objeto, y dan cuenta de la experiencia vivida. El tiempo pasado se expone en un “ahora” que genera una nueva relación temporal con el espectador.

De la contraposición entre el tiempo subjetivo y el objetivo nos hablan también sus pinturas. Zaar reproduce varios mensajes instantáneos de texto (SMS) recibidos en su celular, evidenciando así su voluntad de encapsular momentos concretos para hacer perdurable lo efímero. Las pinturas de Zaar oponen la perspectiva productivista y acelerada del tiempo de los mensajes a la espera o el retardo que implica el tiempo de una cita o un encuentro personales. Por otra parte, al trasladar esta idea al formato pictórico, Zaar añade a la obra una temporalidad más dilatada, resueltamente opuesta a la inmediatez de la fotografía.

Por último, en Horizonte, el artista despliega las líneas inalcanzables del mar en el mismo lugar pero en diferentes momentos del día. La definición del paisaje se ve voluntariamente perdida y difuminada en un tratamiento pictórico y atemporal, donde el tiempo no queda delimitado sino abierto a una continuación de la experiencia. La repetición de esa acción permite a Zaar mostrar los paisajes como fragmentos, cuyos límites se unen entre sí y se propagan. Los horizontes se presentan así como espejos que rompen la temporalidad y fijan nuevos momentos de experiencia. Como dice el físico Richard Feynman: “El tiempo es lo que pasa cuando nada más lo hace”.

Virginia Roy, 2016

Curada por Virginia Roy

Inauguración el 3 de noviembre, 2016 de 7 a 10pm

La exposición abierta desde el 4 de noviembre, 2016 hasta el 15 de enero 2017

NORA SOTRES GALERÍA

Mérida 16, Col. Roma, CP 06700, Cuidad de México